Tiempo de marchar: crítica de la película ‘Decision to leave’

Dos manos se tocan. La mano de un hombre y la de una mujer. Nadie sospecharía nada raro, si no fuera porque ambas manos están esposadas. Él es el policía y ella la sospechosa.

Él se fijó en ella nada más verla. Hablaban en diferentes idiomas, pero se entendieron a la perfección desde el momento en que se sentaron cara a cara. Él estaba casado, pero no pudo evitar sentirse atraído por la joven de aire dulce y melancólico y, en algún momento del camino, se perdió a sí mismo.

“Devastado”. Ella empezó a amarle el día en que él pronunció esa palabra y decidió apartarse de ella.

La vida les volvió a unir y el tiempo parecía no haber pasado. Él seguía casado y todo volvía a ser como antes: él policía y ella sospechosa.

El tiempo parecía no haber pasado. El amor seguía empapando su alma y su cuerpo sin que ambos se dieran cuenta, como los copos de nieve van calando en la montaña en las frías y oscuras noches de invierno.

Lamentablemente, la desconfianza ya se había instalado en su corazón de «poli» bueno. Demasiado bueno. Entonces se dieron los últimos besos como si hubieran sido los primeros.

Sabiendo que nunca más volverían a estar juntos como la primera vez, ella decidió lanzar su móvil, la prueba de la traición, al fondo del mar, como él le pidió la primera vez que se despidieron.

Y excavó, excavó y excavó en la arena y enterró allí su corazón.

Y cuando él volvió y la buscó, la buscó y la buscó, ya no la encontró.

Entonces creyó en el amor.

Y desde entonces cada uno canta desde su secreto rincón:

A solas voy

caminando

por estas calles

cubiertas de niebla.

¿No será esa tu silueta?

Aquella que fue

en su día tan dulce.

¿De qué nos sirve pensar tanto

en el pasado?

Y aun así, el corazón

no renuncia a ti.

¿Dónde has ido, vida mía?

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